Su último canto
En las islas Hawai existe un pájaro, o mejor dicho un pajarito, el Iwi-ie´. Se sube a la rama más alta y cada atardecer interpreta la misma canción, es una llamada de amor, llama a la que ha de ser su pareja, la que ha de ocupar el nido que elaboró con el esfuerzo de mil viajes y mil palitos.
Hay unos ojos humanos que le llevan observando hace meses y pertenecen a los científicos que serán testigos de la desaparición del último espécimen de Iwe-Ie´, y saben que nadie acudirá al reclamo del perseverante amante que lleva infinitos días esperando a su consorte. Pero él en su ignorancia es feliz, canta cada tarde con la misma energía, hincha sus pulmoncitos, calienta sus cuerdas vocales y la melodía de amor, se derrama por la cúpula del bosque, llega nítida hasta los oídos del resto de seres a los que todavía el destino no les robó sus esperanzas.
A miles de kilómetros, hay otro pajarito, este se llama Manuel, también a él el destino le robó su esperanza. El sida se ha llevado al ser que más quería, su mamá.
Él también canta
En las oscuras noches y entre oscuras sabanas
Él también canta
Dice mamá, solloza mamá, susurra mamá
Pero mamá no acude, mamá no le echa la manta
Y pasan las noches
Y el hambre de amor le mata
Ya no hay cariño,
Ya no hay besos ni abrazos
Porque la mujer que los hacía
Ya no viene cuando él canta
Manuel tiene un sueño
Mañana en el colegio
Se va a subir a la rama más alta
Y desde allí su mamá le oirá
Pues estará más cerca del cielo
Al que Manuel por última vez canta.