Sin Raíces
Esta es mi historia, la de un joven árbol que llegó hasta España, antes hubo muchos que nunca llegaron, pues para un árbol es muy difícil sobrevivir sin raíces. Mi nombre es Carmus y procedo de un bosque que hay al norte de África. Desde hace unos treinta años, empezamos a sufrir una larga sequía, muchos de mi familia murieron de sed. Nuestro futuro era muy triste, por las noches hablaba con mi madre sobre aquellos hermanos que habían emigrado a otras tierras. Ella me decía: - "¡Hijo! Emigrar es muy doloroso, significa cortar las raíces que te unen a la tierra, y dejar atrás todo lo que conoces, tus padres, hermanos, tu tierra con ese sabor que nunca tendrán la de otros sitios. Cuando cambias de lugar incluso el viento suena diferente y los árboles extranjeros que conozcas no entenderán la lengua de tus ramas".
Finalmente, una noche no pude más, y sin decir nada a nadie abandone mis raíces e inicié mi camino a un destino desconocido. Llegué hasta el mar y allí me encontré a un árbol fuerte y negro como la noche. "Hola amigo me llamo Carmus. ¿No serás de por aquí?" "No, yo vengo de más allá del Gran Desierto. Mi nombre es Ébano ¿tú también quieres cruzar?" Le contesté – "Si por eso estoy aquí, ¿cómo podemos cruzar?" "Allí hay un gran árbol, le llaman Cayuco, el lleva la gente al otro lado". Ébano y yo nos acercamos hasta Cayuco y preguntamos: "Señor, queremos atravesar el estrecho". "De acuerdo muchachos pero os costará caro". Le dimos todos los frutos que llevábamos y cuando fue de noche, nos hicimos a la mar. Yo nunca había navegado y no creo que vuelva a hacerlo. Las olas eran enormes, Cayuco volcó y todos terminamos en el agua. En la oscuridad oí la voz de Ébano: - Carmus el agua está helada. - No te preocupes Ébano, sigue moviendo tus ramas y llegaremos a la costa, ya veo sus luces. - Tengo mucho frío, me cuesta nadar. - No te rindas, aguanta Ébano. - No puedo más Carmus. - "Agárrate a mí". Ébano estaba tiritando, y yo estaba al límite de mis fuerzas. La playa estaba muy cerca. Ébano había dejado de temblar, por fin alcanzamos tierra. - Lo conseguimos, Ébano te lo dije. Ébano no contestó, solo su cuerpo había llegado hasta la meta. Así es el relato de cómo llegué a España y como perdí a un buen amigo.
